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Tuve que ir a comprar a una farmacia de Cabildo, como está un poco distante de mi casa, la situación me obligó a caminar unas diez cuadras. ¡Qué placer! la tarde llena de sol, los comercios dando clara muestras de estar preparando su reapertura, tímida y condicionada, pero reapertura al fin!

Fue un paseo divinamente gozoso, a esta altura ya siento a mi tapabocas como un amigo, un compañero, después de todo me cuida, me proteje, me sentía liviana, con ganas de comprar “todo” lo que las vidrieras me mostraban, después compraré lo que pueda, lo que me parezca oportuno, pero el deseo es de “Todo”

Los empleados de la farmacia me parecieron super simpáticos, compré cosas en otro comercio y sentí que me atendieron con mucha calidez, tuve todo el tiempo una sonrisa instalada en mi cara y una pregunta rondando en mi cabeza. 

A quién se le puede ocurrir que podríamos renunciar al placer de la “experiencia de compra física”? a pasear y comprar en un centro de compras, en una una avenida comercial, recorrer en deriva placentera eligiendo lo que queremos en un supermercado.

Nunca antes como en esta situación de cuarentena me había dado cuenta cuánto está tejido el comercio en la propia trama de lo social.

Se que estamos ante una situación difícil, muy difícil, pero ese tiempo de paseo después de tanto tiempo me pareció la gloria

Volvía caminando y pensaba “tenemos que superar la tristeza, necesitamos recuperar la alegría”

Se impone aprender a cuidarnos, lamentablemente tenemos que  convivir con la situación de pandemia, pero tenemos que asumir nuestro autocuidado, necesitamos que la vida siga, que se imponga. Necesitamos volver a crear. a producir, a vender, a comprar, para que se vuelva a tejer la trama.

 


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