Por Rodolfo Rey Blanco
Cuando la Cooperativa Reciclando Trabajo y Dignidad se conformó, recién comenzaba lo que se llamó el “movimiento cartonero”. Con el tiempo, la entidad se fue consolidando y se convirtió en una de las 12 cooperativas que fueron integradas al Servicio Público de Higiene Urbana, en 2002.
“En ese entonces, éramos un grupo de personas desocupadas que vimos la posibilidad de una salida laboral genuina -recuerda José Armando Alonso, presidente de la cooperativa-. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) entendió que nosotros no éramos parte del problema sino de la solución, y por eso nos convocó”.
En consecuencia, se dividió a la ciudad en 12 distritos y se adjudicó una cooperativa por cada uno de ellos. Y, de esa manera, el proyecto comenzó con una licitación para la recolección diferenciada de residuos sólidos urbanos (papel, cartón, PET, vidrio, latas).
“Las cooperativas arrancaron con el famoso Tren Cartonero o Tren Blanco, luego de la crisis de 2001, y se fueron formalizando con el tiempo. En la actualidad, estamos en un estadio maduro del sistema donde queremos brindarles un marco de profesionalización”, explica Lucas Llaurado, director general de operación de reciclado del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
De acuerdo a datos aportados por el ministerio, la formalización de los recuperadores urbanos logró establecer una nueva logística en el circuito de los residuos y pasar de la separación en la vía pública a la clasificación en los Centros Verdes. Pero también significó la incorporación de distintos elementos de trabajo necesarios (uniformes, bolsones, camiones y colectivos) y el resguardo de la salud y la seguridad de los asociados, que pudieron acceder a una obra social.
Esas 12 cooperativas que recolectan materiales reciclables secos y los llevan a 16 Centros Verdes son: El Amanecer de los Cartoneros, El Álamo, Cooperativa del Oeste, Cooperativa de Recuperadores Urbanos del Oeste, Cartoneros del Sur, El Trébol, Alelí, Reciclando Trabajo y Dignidad, Baires Cero, Cooperativa Primavera, Cooperativa El Ceibo, y Cooperativa Las Madreselvas.
Hacedores de milagros
Si bien debido a la situación socioeconómica del país muchos de los recuperadores no están dentro del sistema, el ministerio trata de agruparlos en las 12 cooperativas antes mencionadas y de formalizar su labor.
“El recuperador es cooperativista, es decir, miembro de la cooperativa. Esta entidad es la que presenta la nómina de recicladores y ellos deben cumplir ciertas normas, respetar un horario, tener tarjeta de identificación y utilizar uniforme. El no cumplimiento puede devenir en una sanción. Por eso, decimos que este es un trabajo hacia la formalización que, también, les aporta un beneficio a las cooperativas ya que reciben el total de las ventas de los productos a reciclar”, detalla el director general.
Los recuperadores urbanos recogen los residuos de dos grupos: los grandes generadores (comercios grandes y edificios con encargado) y los pequeños generadores (edificios sin encargado, comercios de cercanía, vecinos de casas bajas, etc.). Mientras que para el primer grupo los recuperadores realizan la recolección puerta a puerta, para el segundo les solicitan a los vecinos que acerquen sus reciclables al contenedor, campana o punto verde más cercano. De esta manera, se genera una interacción entre todas las partes actuantes.
Los reciclables que se reciben son papel, cartón, metal, plástico, polietileno, vidrio y papel film, todos ellos limpios y secos.
Es decir que el recuperador urbano brinda un servicio a la comunidad y cumple tanto con una función social como ambiental. De acuerdo a Alonso, el trabajo es de lunes a lunes y las visitas constantes generan, de alguna manera, una relación con los vecinos. “Muchos de ellos se preocupan cuando nos conocen y también nos dan cosas que no usan o no necesitan”, indica.
Desde el ministerio, también se trabaja para “visibilizar” al recuperador urbano y acercarlo a los vecinos, a través de la reorganización de las comunas. “Las personas lo tienen que conocer y debería ser amigo de todos los encargados de edificios”, afirma Llaurado.
Según explica Alonso, la mirada sobre el reciclador urbano, conocido popularmente como “cartonero”, cambió mucho en la sociedad porteña gracias a estos acercamientos. “Nos dejaron de ver con recelo y ya no piensan que nos disfrazamos para robar. Y, aunque todavía queda mucho por hacer, el hecho de que nos avale el GCBA, tengamos ropa de trabajo y presentemos credenciales nos ayudó mucho”.
Trabajo mancomunado
Pionero a nivel regional, el sistema de recolección de residuos secos se fue modificando con el objetivo de mejorar la infraestructura en los centros verdes y la capacidad productiva. Con una flota de camiones ploteados para tal fin, la meta del ministerio es duplicar las toneladas de recolección para 2023.
“Intentamos tener un sistema de fácil disposición para los vecinos de la ciudad –destaca Llaurado-. Por eso, queremos lograr que haya contenedores verdes a menos de 150 metros de cada vivienda en toda la ciudad, independientemente de si el recuperador urbano pasa o no durante su horario de trabajo. Y el material que se deja allí también tiene como destino final una de las 12 cooperativas”.
Si bien, anteriormente, los recolectores urbanos se movían por rutas establecidas, el reordenamiento actual posibilita el armado de zonas específicas de recolección, que no dependen de la ubicación geográfica. Esta nueva forma de organización mejora la manera en que los vecinos disponen de sus residuos reciclables. Actualmente, 6.500 personas trabajan en todo el circuito, 5.112 de ellas son recuperadores urbanos y las restantes corresponden a choferes, operarios de camión y operarios de los centros verdes. A ellos se suman los encargados de edificios, que son participantes indirectos pero que tienen un plus por disponer correctamente de los residuos.
Organización que funciona
El proceso de reciclado comienza en los hogares y comercios. Por eso, remarca Llaurado, es fundamental que “los vecinos se concienticen y cambien de hábitos”. Según explica, todos los edificios están obligados a tener dos tachos, uno para residuos orgánicos y otro para los reciclables. Para eso, el ministerio trabaja de forma constante con las administraciones de consorcio y el Suterh, sindicato que agrupa a los encargados de edificios. Aquellas propiedades que tengan más de 40 unidades son conocidas como “macrogeneradoras” de residuos.
El grupo de recicladores que hace la logística recorre la ciudad y levanta los materiales. Cada uno de ellos tiene una zona asignada por manzana y por calle. El material que se recolecta se acopia en una esquina o un lugar histórico y al final de la jornada un camión recoge las bolsas llenas de reciclables.
Una vez que los residuos llegan a las cooperativas, se hace la separación de los materiales. Según explica Alonso, muchas veces el material llega mezclado y contaminado, lo cual requiere que sea tratado y limpiado para poder clasificarlo. “Eso implica un trastorno para nosotros porque dificulta el trabajo, lo hace más lento y obliga al operario encargado de clasificar los residuos a entrar en contacto con materiales en descomposición no aptos para la manipulación”, detalla.
Para llevar adelante una correcta clasificación domiciliaria de los residuos, los vecinos deben separar el vidrio, el papel, el cartón y el plástico, todos ellos secos y limpios.
“Por eso, siempre insistimos en la importancia de capacitarse, instruirse e informarse sobre la clasificación de los residuos en el generador, la casa o el comercio”, aclara Alonso, que también destaca la función de las promotoras ambientales, cuya labor es “tan importante como la de los recolectores mismos”.
El programa que las agrupa tuvo su origen en perspectiva de género pero devino en Promotoras Ambientales. Actualmente, cinco de las doce cooperativas cuentan con un equipo de promoción ambiental, que está integrado por 72 mujeres que solían ser recuperadoras y hoy se desempeñan como generadoras de cambio. Ellas se encargan de explicar cómo separar los residuos y cómo trabajan las cooperativas. Además, dictan charlas y talleres de sensibilización sobre residuos y generan el vínculo entre el recuperador y los vecinos.
Para hacer más eficiente todo este proceso y colaborar con el crecimiento laboral y personal de los recuperadores de la ciudad, el ministerio también brinda capacitaciones constantes a través de su gerencia de Cambio Cultural. “En estos momentos, brindamos capacitaciones sobre seguridad e higiene y también estamos desarrollando un manual de procedimiento de los centros verdes”, subraya Llaurado.
Además de ser un trabajo legítimo y digno que aporta un servicio a la sociedad, Alonso está convencido de la influencia que todo el circuito genera en el medio ambiente. “Reciclar el papel y el cartón implica no talar más árboles. Maltratar al ambiente ya tiene muy poco margen, por eso no nos queda otra más que recuperar”, concluye.